miércoles, 4 de abril de 2012

Del cómo vivir a puertas abiertas.


¿ No es acaso reconfortante, ( caminante de ciudad), el aparecer una semana por un pueblo (castellano antiguo, extremeño, gallego, cual fuere..), y poder pasar a una casa al oler el bollo recién hecho, o el cocido en la marmita, sin necesidad de llamar a la puerta? Tan solo abriendo y gritando:
-         
-        - ¿ Hay alguien ahí?.

Ah…. La confianza de entrar y salir de esa manera, lo hace a uno sentirse cómodo, como en el hogar propio. Evitas así pues, el sentimiento de ser un invitado en casa ajena, guardando maneras y composturas, para, en su lugar, ser totalmente uno mismo.
 En el sofá del salón sentándote cómodamente, abriendo la nevera en busca de agua si se tiene sed… y no es falta de modales o vergüenza, es la libertad que esa puerta abierta te da.

Eres bienvenido.

¿ No podemos acaso, hacer algo similar con nuestro corazón o nuestras vidas?.

Cuando la puerta está abierta, la gente entra de manera transparente, sin apariencias, y con la facilidad que viene, se va, u obviamente, en ocasiones tu la invitas a irse amablemente, e irónicamente,  tal fue la facilidad de la entrada a tu vida, que normalmente no se extrañan de la rapidez de la salida.
 Lo mejor de estas experiencias es que, al haber sido transparente desde el principio, lo disfrutado se queda en casa, o , al tema que voy, se queda en ti.

A puerta cerrada, no dejas salir de tu vida a la gente, incluso a pesar de que esas personas ya prácticamente no te aporten nada, tal vez la comodidad de saber que están ahí, pero eso no es mágico, o especial, y el castigo a ese miedo es la condena de la espiral.
 Mientras tanto, tal vez alguien esté llamando a tu puerta sin tú a penas oírlo u/o  ignorándolo, pues ya tienes bastante gente dentro de casa.

No caben más comensales.

¿ Por qué no ( querido caminante ) , abrimos las puertas a ver qué entra? 
Al fin y al cabo, tú y sólo tú, eres quien decide cuándo se van los demás de tu casa. Tan simple como eso.
 ¿ Será que no invitamos a gente recién llegada a nuestras vidas, por miedo a que no encajen, y no saber cómo echarlos?
 ¿ Será que olvidamos que tenemos el poder de decidir a quién hacemos caso y a quién no queremos tratar?, ¿ Realmente nos vemos obligados a tener en consideración a gente que nos hace daño, o simplemente nos molesta alrededor? .

Unas personas te dejarán felicidad, y se irán.

Otras personas, te dejarán dolor, y las echarás.

Pero algún día, caminante diferente, alguna persona se quedará para siempre
¿ Te animas a abrirlo?

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